Provincia inabarcable en 4 días. Mi provincia, la de Alicante tiene una superficie de 5.816 km², mientras que Málaga 7.308 km².
Día 1: en coche desde Elche a Frigiliana y la playa en Nerja
Hicimos una parada técnica en La Venta del Pobre para «repostar» un pincho de tortilla y café con leche.
Llegamos a la Hospedería Caravansar, dónde nos dieron una habitación preciosa. Por 60 euros la noche, valió la pena elegir este alojamiento. Tanto Charo como Lola, que regentan el hostal y la cafetería, nos dieron valiosos consejos para disfrutar de nuestra estancia y nuestra visita.
Como llegamos al mediodía, nos fuimos a la playa Burriana de Nerja a bañarnos. No fuimos al típico chiringuito que aparecía en Verano Azul, y nos habían hablado muy bien de La Barca. Las porciones eran enormes y la terraza, sobre la arena de la playa, estaba llena. Lo más rico no era el pescado, eran los aguacates de la ensalada que venían de la Axarquía. Una ensalada de tomate, atún y aguacate, una fritura de verano (verdura y calamares), unos boquerones al limón fritos, 4 cervezas y el pan: 37,70 euros.
Movió el viento justo en la sobremesa y no pudimos bañarnos, pero sí disfrutar del sol, del olor a sal y de pisar la arena formada por millones de piedrecitas y de conchas marinas.
Y ya decidimos marcharnos a Frigiliana, para disfrutar de callejear por sus preciosas callejuelas en el casco histórico.
Lo que nos sorprendía de la comarca de la Axarquía era la cantidad de vegetación exótica que veíamos: aguacates, mangos, azúcar de caña, etc.
El pueblo destaca por tener todas las paredes encaladas, que es algo que hacen los frigilianenses (o aguosos por la cantidad de acuíferos que tienen) motivados por tener un precioso pueblo de origen morisco cuidado, con sus propios bolsillos.
Son calles empinadas, con terrazas panorámicas, pasadizos, buganvilias, azulejos, fuentes de agua.
Aún está en pie el Ingenio (en la foto, la que tiene un tono más ocre), casa de los Manrique de Lara, que es la única fábrica de miel de caña en funcionamiento en Europa. También destacan la Fuente Vieja (XVII), la iglesia de San Antonio (XVII) y los restos del castillo árabe.
Después de tanto callejear bien nos merecíamos un descanso:
Día 2: Antequera
Comenzamos el día con un desayuno exquisito (en el Caravansar:
Nos subimos al coche para dirigirnos al Torcal de Antequera.
Una vez allí había para escoger tres rutas, que son gratuitas y están señalizadas: la verde (45 minutos, de 1,5 kms), la amarilla (2h y 3 kms) y la naranja (3,6kms y 3,5horas).
Es muy recomendable que uséis calzado adecuado ya que el terreno es muy pedregoso e irregular.
De ahí nos dirigimos a los dólmenes que son de entrada gratuita. Nosotras visitamos solamente dos, el de Menga (que tiene casi 5.000 años) y el de Viera. Si queréis saber más, os recomendamos que visitéis el blog de El Boquerón Viajero.
Desde el parking podíamos ver una cumbre con la forma de una cabeza dormida, que como en el blog señalado arriba explican, es la Peña de los enamorados o el Indio de Antequera (parece la cabeza de un indio tumbado).
Quedaban algunos dólmenes más para visitar, pero nosotras teníamos hambre y nos fuimos a tomar unas tapas al Arte de Tapas, que pertenece al restaurante Arte de Cozina (combinan la cocina tradicional árabe, judía y cristiana). Nos pedimos una porra de tomate y otra blanca, un redondito de berenjena, un ajopimentón con verduras (ah, y nos pusieron una tapa de regalo, servida en una lata) y de postre un arroz con castañas y requesón con mermelada de fresas, más cafés y cervezas. Creo recordar que nos costó unos 24 euros.
Para bajar la comida paseamos por la ciudad de Antequera un ratito corto, porque el sol apretaba y teníamos aún que irnos a Málaga a coger las llaves del apartamento. Si os apetece saber más sobre Antequera, y qué ver en un día, leed El Viaje del Mapache.
Nos alojamos en un apartamento turístico en la Calle Ollerías, que tenía de todo: cocina, lavadora, plancha, frigo, etc. Y lo mejor es Natalia, la que nos hizo la entrada, nos dio las llaves y mogollón de consejos sobre Málaga.
La noche de Málaga. Comenzamos con un vermú y unas empanadas en la tasca La Tranca. Discos en las paredes (y en la lista de spotify) de Raffaela Carrà, Sara Montiel, Bertín Osborne, las Grecas o Lola Flores, sifón, gente guapa de todas las edades, cañas, vinos moscatel, aperol, tapitas, unas Gildas, y cuentas hechas a tiza en la barra del bar.
Continuamos no muy lejos de allí, en el Taberna Los Tres Caracoles, donde degustamos una riquísima tapa y unas cervezas.
Seguimos de pub irlandés Morrissey‘s, casi sin movernos de la zona. Nos recomendaron para acabar la noche, que pasáramos al ZZPub el lugar de música rock, que además quedaba muy cerca de nuestro alojamiento.
Día 3: Ronda
Desayunamos en el apartamento y nos fuimos en coche a Ronda. Aparcamos cerca de la estación de tren, ya que desde allí en un paseo corto, llegas a la calle comercial, la calle Carrera Espinel.
Hicimos nuestra parada técnica para tomar un café en la Chocolaterie donde aprovechamos para comprar algunos panecillos artesanales.
Y llegamos al puente Nuevo. Callejeamos por las preciosas callejuelas medievales de Ronda. En la oficina de turismo dan un plano, con los puntos más importantes, horarios y la información sobre las visitas guiadas.
El mejor resumen que vi de lo que había que visitar era el del blog Imanes de viaje (hicimos al menos la mitad de lo que recomendaba).
Comimos migas rondeñas en uno de los restaurantes de la aglomerada calle Nueva, porque a esas horas (las 14h) todos los restaurantes estaban llenos de turistas y yo después de tanto escalón me moría de hambre.
Después de comer nos pusimos a repetir calles, tratando de esquivar las hordas de autobuses de turistas.
En la Alameda se respiraba paz, había frescor y asomándonos al final las vistas eran espectaculares (como tengo vértigo no me acerqué al balcón del coño).
Regresamos al casco histórico, buscando sombra, y para poder ver mejor las murallas.
Las murallas están restauradas:
Estábamos agotadas y después de comprar algunas cosillas por el centro, nos fuimos de regreso al apartamento a Málaga. Y cenamos allí.
Día 4: Málaga
Empezamos nuestra ruta pasando por el Teatro Cervantes, de ahí nos movimos al Gastromercado que a estas horas está vacío. Pude comprar el jamón, queso y lomo bien rico que me quería llevar para Zúrich (y que dejé en el apartamento para no cargar con él todo el día).
De ahí nos movimos a la oficina de Turismo que está al lado del anfiteatro romano, pasando primero por las casetas de libros de segunda mano de la plaza de la Merced. Compramos el ticket combinado de la Alcazaba y del Castillo de Gibralfaro, que costaba 5,50 euros.
La Alcazaba es una auténtica pasada. Para mí lo mejor del viaje junto a Frigiliana.
Subir al castillo son aproximadamente 20 minutos y las vistas desde arriba son espectaculares. La alternativa por si no quieres subir a pie, es acercarte a la calle x, y tomar desde allí el bus número 35, que por 1,30 euros te deja o en el Parador o en la entrada del propio castillo. Eso sí, tened cuidado porque la frecuencia es muy baja, y a lo mejor os toca esperar 50 minutos entre trayectos. Nosotras cogimos este bus para bajar, porque el sol apretaba en ese momento.
El bus nos dejó cerca de la Calle Larios y de ahí fuimos al mercado de Atarazanas a picar algo y hacer unas compras (turrones y pastas para llevar a mis compañeras de trabajo).
Una vez dentro, disfrutamos de unas cervezas, una deliciosa ensalada malagueña (naranja, patata, bacalao y cebolla), unos vasos de refrescante gazpacho y unas croquetas (de setas y manchego, de espinacas y de jamón). Todo por 14 euros.
Nos acercamos al barrio del Soho para ver el arte callejero y de paso tomar un café.
Nuestro siguiente destino era el Museo Picasso, cuya entrada es de 8 euros por persona e incluye audioguía.
Una vez finalizado el recorrido, paramos en tiendas de productos típicos y fuimos a casa a dejar todas las compras y a ponernos guapas para la noche malagueña.
El punto friki de Málaga es la ruta de los Space Invaders. Yo me encontré solamente con 5 callejeando de los 29 que había (con la polémica de que algunos edificios están protegidos, creo que ha ido retirando algunas piezas).
Por la noche fuimos paseando por el Muelle Uno, hasta la Farola. Hacía una noche magnífica, de calor y las plazas estaban llenas.
Delante del Centro Pompidou había acróbatas y arte callejero.
Fuimos a cenar a la Calle Granada al Bar La Campana. Pedimos un pinchito de gambas (espectacular), una brocheta de rosada (es un tipo de pez, y estaba insertado junto con gambas, cebolla y pimiento, fue lo mejor de la noche), un gazpacho andaluz (sosete), tortitas de camarones (según mi amiga demasiado aceitosas y pesadas) y tomate aliñao (para mí el aceite era demasiado insípido). Y cervezas San Miguel. Todo por 19 euros.
Nos fuimos a tomar la última copa de nuevo al barrio Soho, en el bar PicNic y nos tomamos allí unos GinTónics, las dos por 13 euros. Sí, tenéis razón, somos unas modernillas.
Día 5: de vuelta a Zúrich.
Desayunamos y nos marchamos al aeropuerto. Mi amiga me dejó allí y a ella le quedaban muchos kilómetros para llegar a casa. Se nos acabaron las vacaciones. Me fui con la sensación de haber hecho mucho, pero con la espinita clavada de que no quedaran entradas para el Caminito del Rey. Quizás volvamos.