Empezaré esta entrada por las conclusiones de esta escapada de 3 días. Ha sido un viaje con amigos, éramos 7 en total. Ha sido un viaje caro, como lo es la isla en sí. Dinero muy bien gastado, o invertido en mi bienestar (eso no lo discutiré), pero mi economía doméstica se ha visto resentida tras estos días de asueto.
Antes de regresar a casa, le pregunté a mis amigos que me resumieran en tres palabras qué les había parecido la isla y el viaje. A mí me parecía imposible hacerlo en sólo tres, pero necesitaba inspiración para el título del post. Las palabras que dijeron fueron: piedras, rocas, acantilados, mar, turquesa, azul, viento, pescado, pescaíto, mejillones, puestas de sol, queso, cabras, queso de cabra, corso, piratas, escalones, escaleras, torres, romero, retama, verde, mirto, rey de Aragón, italianità, pachachos, polenta, salvaje, Pietra, vino blanco, carreteras, curvas… Y aquí va el viaje…
Día 1: Porticcio
Tomamos un tren desde Zúrich hasta Basilea, y tras un vuelo de bajo coste, aterrizamos en Ajaccio. Nuestro coche de alquiler de 7 plazas nos esperaba en Hertz, y de ahí nos fuimos a buscar nuestro alojamiento en Porticcio. Hicimos las compras de comida para los desayunos en el supermercado.
Porticcio es una pequeña localidad turística llena de restaurantes, tiendas de souvenirs, tiendas de deportes acuáticos, etc.
La playa es de guijarros diminutos, no de arena.
Comimos aquel día en el restaurante A Marana. Mejillones para compartir, y un plato de pescado (dorada, St.Pierre, calamares) para cada uno, cervezas (la fabulosa Pietra), vino blanco (Orsini da Calvi, de uva Vermentina) y postres (tiramisú de fresas, tiramisú de café, fondant de chocolate, pastel de limón), por unos 190 euros para los 7.
Después de pasear por la playa, decidimos tomarnos unos helados en A Merendella (especializado en crepes), que estaba justo al lado. Sí, vamos, que nos pasamos todo el día comiendo.
Para la noche decidimos irnos a Ajaccio y paseamos por su casco histórico, que estaba lleno de terrazas de bares y restaurantes.
Hasta que dimos con Da Mama, dónde la intuición de Sarah y los carteles de valoración de la guía Trotamundos nos hicieron decantarnos por este bar.
Cenamos sopa de pescado y un segundo plato, otra vez, de pescado (gratinado) o de gambas (gambones más bien). También de entre los postres que pedimos, destacaba la creme brulée con harina de castaña. Nos gastamos unos 155 euros para los 7.
Y nos retirarnos pronto para madrugar al día siguiente.
Día 2: Bonifacio
Madrugamos un poquillo y pusimos rumbo al sur, a Bonifacio. Nos esperaban unas máximas de 18 grados y viento, pero teníamos hambre de sol, arena, sal, sed de playa. Pero a medio camino se nos antojó un café, una pausa relajante en las casi 3 horas de trayecto de carreteras con muchas curvas. Paramos en Petreto y nos lo tomamos en la terraza del coqueto café de la Poste.
Seguimos nuestro camino hasta las playas de Santa Giulia, de aguas turquesas.
Aunque apenas se aprecie en la foto, el color de sus aguas era espectacular. De un turquesa y una transparencia que invitaban al baño.
Yo he de admitir que sólo pude meterme hasta la cintura, ya que el agua estaba congelada y hacía mucho viento, pero seguro que en verano, bañarse aquí será un sueño.
En verano habrá que pagar el parking, pero en Semana Santa no tuvimos que hacerlo. Nos sorprendió que en muchos destinos vacacionales en esas fechas todos los restaurantes y bares estén llenos de turistas, y sin embargo en Córcega, muchos negocios estaban cerrados y más bien nos topábamos con poquísimos turistas.
Nos fuimos a Bonifacio. Aquí sí tuvimos que pagar el parking, y a precio de turistas. Por unas 5 horas pagamos 14 euros.
Bonifacio o Bunifaziu es un pueblo de postal, muy pintoresco, entre acantilados, de calles empedradas, con una ciudadela amurallada en la parte alta, miradores, con un puerto, y muchas terrazas para tomar el sol.
Cuando hablamos de esos acantilados, hablamos de que es una especie de fiordo.
Hay multitud de rutas en barco que por unos 15-20 euros te muestran dichos acantilados desde otra perspectiva. Nosotros nos decantamos por hacerlo desde los miradores y también bajando las escaleras de Roi d’Aragon, que costaba solo 2,50 euros por persona (y tras 180 escalones alcanzas el ras de suelo y una perspectiva increíble).
Pero antes de visitar el bonito pueblo, estuvimos disfrutando de una comida espectacular en la vinoteca Da Passano. Por un menú de degustación de 20 euros por cabeza, tomamos unas 7 tapas de cocina corsa que estaban espectaculares: crema de alcachofa con trufa, polenta frita, queso frito, embutidos, huevos revueltos, terrina de cordero y hamburguesa de berenjena. Además tomamos unos vinos blancos y el agua, que es gratis. Es un lugar de moda, y bastante bonito, en el que a veces hacen conciertos y al que va mucha gente a beber por la noche.
En Bonifacio hay tiendas que venden corales que dicen que traen la buena suerte, así como cestas hechas de esparto, camisetas y vestidos hippies, postales, etc.
La gente que se quedó con hambre, después de descender y ascender las escalinatas, se decantaron por merendar los helados de Rocca Serra. Desde helados de azafrán, frutos del bosque, galletas, castañas, etc.
También para merendar decidimos tomarnos unas cervezas Pietra y agua con gas en el café-pizzeria Le Rustic. Aquí hicimos la turistada del viaje, y pagamos a precio suizo nuestras birras (4,5 euros cada una). Ah, y yo pedí cerveza de castaña, pero se equivocó y me puso la normal. Eso sí, el camarero que nos escuchó hablando en español, nos puso un disco entero de Laura Pausini todo el tiempo.
Y tras 2h30 de coche de vuelta a Porticcio, nos decidimos por cenar en el mismo restaurante que habíamos comido el día anterior, A Marana. Pedimos otra vez mejillones para compartir de primero, y luego platos de pescado o ensaladas. Aquí las ensaladas no triunfaron mucho. Yo me pedí una de pulpo y anchoas, y se olvidaron de ponerme las anchoas. No estaba tan buena como aparenta la foto.
Y aquí viene la anécdota mala del viaje. Una de las integrantes del grupo se puso malita y preguntamos por una farmacia de guardia. Nos dijeron que había que ir primero a la policía para que abrieran dicha farmacia en Ajaccio. Nuestra amiga fue al hospital, pensando que allí podrían atender su caso. Así fue, pero los medicamentos (antibióticos) se los tenía que pedir de igual forma a la policía, y que ésta llamara a la farmacéutica de guardia. Y eso fue lo que hicieron: despertar a las 3h de la mañana a una pobre mujer que estaba de guardia durmiendo en su casa (un poco raro, ¿no?), por no tener en el hospital un dispensario de medicinas. En fin, mi amiga se repuso totalmente, que es lo único que importaba.
Día 3: Porto y Piana
Aquí lo de madrugar fue técnicamente imposible. Desayunamos y decidimos ir al norte de Ajaccio. Tardábamos unas 2 horas hasta llegar a Porto. De camino paramos en Sagone para tomar un café y disfrutar de las vistas al mar, con el viento azotándonos. Pagamos 16 euros por varios zumos y cafés.
Llegamos a Porto y comimos un menú corso compuesto de ensaladas de atún o embutidos y lingüini con frutti di mare, o risotto (ojo, risotto con nata), o calamares en tinta o los famosos canneloni au brucciu (es un tipo de queso) en Le Moulin. Pagamos 170 euros por los 7 (bebimos vino blanco otra vez y postres). No tengo fotos de esa comida, creo que me moría de hambre, eran ya las 14h…
Porto no me resultó tan espectacular como lo que vendría a continuación… pero vayamos por partes.
En Porto hay varias empresas de excursiones, con las que puedes ir a ver la reserva natural de Scandola y todas las formaciones de acantilados espectaculares, además de hacer buceo. Pero vaya, qué casualidad, como había tanto viento no pudimos tomar ningún barco (por un lado me alegré, porque me mareo una barbaridad, pero claro, mis compis de viaje los hubieran cogido).
Algunos subieron a la Torre Genovese, pero yo pasaba de sufrir con más escalones. Otros nos quedamos tomando otro café al solecito, resguardadas del viento.
Y a la vuelta hicimos parada en las rocas: en Les Calanche o calanques de Piana. Estas formaciones rocosas, de piedra caliza, son patrimonio de la humanidad de la Unesco y se pueden ver desde la carretera. Algunas tienen formas de animales, castillos, etc.
A la vuelta, de nuevo en Sagone, paramos a degustar los helados de Geronimi. Son muy caros pero valen la pena.
Hicimos esa noche una barbacoa, con las compras del supermercado, y ya al día siguiente madrugamos para irnos al aeropuerto y de vuelta a la rutina.
En el tema del alojamiento, dormimos en una casa de alquiler, que mis amigos encontraron por Airbnb. Yo no es que sea muy fan de ese servicio, pero me dijeron que no fue fácil encontrar en esas fechas otro alojamiento.
Bonus track: lo que mis ojos veían desde mi ventanilla
O dicho de otra forma: el momento en el que el trayecto es en sí también un placer para la vista.
Bonus track 2: pequeños detalles
Bonus track 3: la canción del viaje
Ché, qué viajecico más chulo que te has espolsao!
Ay, loch pachachos!
Ayyyy pachaho Deivid, ha sido un viajecico muy chulo. Ya que no me he podido comer una buena mona del obradooooor, qué menos que irme de excursión al mar.
Un besazo!
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