Escapadita a Jerez y Cádiz

El título bien podría haber sido el de «suspiro en Jerez y Cádiz», porque estos dos días y medio se me han pasado volando. Como la intención era visitar a una amiga que vive allí, no preparé nada, ni busqué información previa, ni consulté a mis amigos asuizados que vienen de allí (ni a Iván que es de Puerto, ni a Ociore tampoco). Compré los vuelos dos semanas antes de partir, lo cual es algo insólito en mí, la reina de la planificación. Os advierto que este viaje igual ni os sirve de guía útil, ya que me lo pasé bebiendo, comiendo y riendo, porque apenas me dio tiempo a turistear. En realidad lo publico, para que dentro de un tiempo, cuando mis neuronas no recuerden estos mini-viajes, sólo tenga que acudir a mis archivos del blog.

Día 1: la tarde jerezana

Mi avión aterrizó a las 17h de la tarde, dejando unos 3 grados y nieve en Zúrich, llegando al sol y los 17 graditos de Jerez de la Frontera. Toda la ropa me sobraba y me moría de sed. Mi amiga María me recogió en su Punti (así ha bautizado a su coche) y me llevó a dejar las maletas en su casa, muy cerca de la bellísima Iglesia de San Miguel. Fuimos paseando hasta la Plaza del Arenal, en la que había una pista de patinaje por estos días navideños, y la Oficina de Turismo. Vinieron dos amigos suyos, Ángel y José, ambos expertos en vinos de Jerez, arquitectura e historia, y se dedicaron a amenizar toda la velada. Vimos el Teatro y el Mercado, así como los restos de la Muralla.

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Al primer lugar al que me llevaron, fue a La Moderna, el bar en el que trataron de explicarme la diferencia entre amontillados, cream, palo cortao, olorosos, morenitas y Pedro Jiménez, etc. Incluso con dibujos. Pero hasta que no me pusieron delante las copas y empezamos a degustarlos, junto a chocolate negro y queso, no me enteraba muy bien. Nos explicaron que en Jerez hay hasta 9 variedades distintas de vino, de las diferentes crianzas. Que el vino de Jerez dio la vuelta al mundo, con Magallanes y luego Elcano, pero que también llegó en la primera expedición al Polo Norte. Que hay botellas tanto en la Casa Blanca como en Buckingham Palace y que es la Denominación de Origen más antigua de España.

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Me contaron que son las botas de vino, que es como llaman a los barriles, y que esas botas las compran en Escocia, para poner el whisky, una vez que ya ha estado el vino de Jerez. Que el vinagre de Módena tiene que estar también en dichas botas y que la mostaza de Dijon, lleva una proporción de Vinagre de Jerez.

Ya habíamos bebido, pero aún no habíamos comido así que nuestro siguiente destino fue el Guitarrón de San Pedro. Aquí había 120 vinos de Jerez distintos. Pedimos en esta ocasión palo cortado, amontillados para alimentar el alma, y para el cuerpo: carne mechada o mechá, chicharrones, ensaladilla (no llevaba atún) y tortilla (tortillaca, porque era muy alta). Aquí fuimos listos, y antes de irnos, nos bebimos unos vasos de agua.

Nos movimos en dirección a El Almacén. He de decir, que en cuanto a la arquitectura, me pareció el sitio más bonito de los tres en los que habíamos estado. La comida, que tenía una pinta espectacular, no me pareció tan rica. Pedimos amontillados, tortillitas de corvina, chanquetes y berenjenas con miel.

Y para rematar la noche, como si no hubiésemos bebido suficiente, unos copazos en el Pub 7, de la Calle San Pablo (en Jerez la vida ocurre prácticamente en sus terrazas, en sus calles). Había que probar el brandy. Esa noche dormí como una bendita.

Día 2: Cádiz, libros, torres y playa

Me puse el despertador, pero pasé olímpicamente de él y no conseguía despegarme de las sábanas. Cuando logré salir de casa, ya era tarde (las 11h), fue directa al Bar La Perla, para pedir el desayuno que me había recomendado Ángel: un mollete con jamón y tomate y un café con leche (todo por 2,50 euros). Con vistas al ajetreo del mercado, con esos puestos que venden ajos, caracoles y otras verduras, viendo llegar a esa gente que compra los churros y se los trae al café.

Fui a la estación de tren, para poder dirigirme a Cádiz (4,05 un trayecto), y disfruté del trayecto, pegada a la ventanilla, al solecito, como una niña chica.

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Una vez en Cádiz, bajé en San Severiano y fui a la playa Santa María del Mar. Paseando por allí, podía contemplar la Catedral al fondo.

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Llegué a Puertas de Tierra, la entrada a la ciudad antigua. Y de ahí a La Catedral.

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Siguiendo las recomendaciones de Ángel, me dirigí al Teatro de Norica para ver el yacimiento arqueológico, pero estaba cerrado. Me fui directamente a la Torre Tavira (6 euros, que valen la pena), para conocer la ciudad desde las alturas del mirador y la cámara oscura. Tras los 173 escalones, se pueden ver las 133 torres que quedan en Cádiz, torres que servían a los comerciantes para negociar con los navegantes el precio del café, el cacao, las sedas, el té y otros bienes que traían desde Las Indias, desde África, etc.

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Ya el hambre apretaba y se acercaba la hora de encontrarme con Calixto, un amigo de María, que haría de guía hasta que ésta llegara. Habíamos quedado en el Mercado. Atunes, huevas, chipirones, gambones, pavos, gallinas, embutidos, chacinas expuestas tentando a los visitantes. Y yo penando por no poder llevarme todo eso en mi triste maleta de mano. Picamos unos chicharrones y unos mejillones con unos vermú y unas cervezas (Destraperlo, la artesanal de Jerez, y Estrellas).

Como ya era tarde y los bares cerraban, pillamos unos bocadillos y algo de picoteo y nos dirigimos a La Alameda, para que cuando saliera María del trabajo, pudiéramos comer juntos.

Lo malo de esta época del año, es que a esas horas en La Alameda, bajo esos centenarios ficus, estábamos a la sombra.

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Aquí estoy en la foto que hizo María, pequeñita, muy pequeñita

Paseamos por por las calles de Cádiz, mirando a cada rincón, a los balcones, los parques, los edificios.

Para volver a entrar en calor fuimos a tomar café al Levante, el lugar de tertulia de los intelectuales gaditanos.

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Cambiamos de sitio, porque habíamos quedado con unos amigos madrileños que también estaban de visita allí. Nos movimos a La Clandestina, un café librería con unas tartas espectaculares (la de nueces y plátano muy rica, la de zanahoria, de las mejores del planeta). Hay opciones para celíacos y para veganos e intolerantes a la lactosa.

Además de Miki y Ana, Calixto nos presentó a dos amigos suyos, David y Jesús. Estuvimos de tertulia «friki» hablando de héroes y cómics, hasta que Jesús tuvo que marcharse a la presentación del libro de «un amigo», nos dijo. Nosotros fuimos paseando por las calles de tiendas, pasando por el Ateneo, y la Asociación de prensa, donde nos detuvimos y descubrimos que Jesús, Jesús Cañadas, era quién en realidad hacía la presentación de su libro, su cuarta novela: «Las tres muertes de Fermín Salvochea«. Por supuesto, yo ya tengo mi libro, con autógrafo y todo. Y os recomiendo encarecidamente su lectura. Es chula, chula.

Luego fuimos paseando hasta la Plaza de San Antonio, que tenía un pequeño mercadillo navideño. Allí en una freiduría compramos un surtido de fritura (5,20 euros el cuarto de kilo), pero que cuando llegamos a Jerez se había enfriado, y no valía mucho.

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A Cádiz llegué leyendo El Asedio de Pérez Reverte, novela un poco aburrida en ocasiones (por la exceso en lo descriptiva, o porque le he cogido manía al escritor, por pedante) y me voy con otro libro en la maleta, que me seguirá describiendo las calles y las historias de esta hermosa ciudad.

Día 3: mañana jerezana, iglesias, vinos y tarde en El Puerto de Santa María.

Aunque el día anterior no había abusado nada del alcohol, no conseguí madrugar de puro agotamiento. Cuando salí de casa, fui a desayunar a la Parra Vieja y me pedí un mollete con zurrapa de lomo, un zumo de naranja y un café con leche.

Mi objetivo ambicioso esa mañana era verme el casco histórico. Pero paseando sin prisas. No tenía que estar en El Puerto hasta las 15h30 que había quedado con María y sus amigos para comer. Lo único definido era la visita a las 12h en las Bodegas González-Byass.

Llegué hasta la Iglesia gótica de San Marcos.

Pasé por el Centro Andaluz de Documentación del Flamenco. Había una exposición de villancicos flamencos.

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Seguí por la calle San Juan Me llamó mucho la atención la iglesia de Santiago, de estilo gótico, que está en la bonita calle Merced. Se trata de una calle llena de peñas de flamenco.

También me gustó mucho la Iglesia de San Mateo, al lado del palacio de Riquelme y de la plaza del mercado.

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Tampoco me puedo olvidar del Alcázar y de la Catedral.

 

En las Bodegas, compré el ticket de 21 euros, 4 vinos con 3 tapas. Las tapas no valen la pena, no están muy allá. Y 4 vinos son mucho, mejor el ticket de 2 vinos. La visita guiada fue genial, éramos sólo 12 personas. Las bodegas tienen un historia apasionante.

El primer vino que te sirven es un fino seco. El segundo es un oloroso Alfonso de 8 años. El tercero un Croft (pale cream), semidulce. Y el cuarto es un cream, el solera 1847. El hecho es que nadie te obliga a beber los 4 vinos, pero claro, están tan ricos, que di buena cuenta de ellos, y me dirigí bastante piripi a la estación de tren.

Me fui a El Puerto de Santa María.

Allí me esperaba María y sus compis de curro, para comer en el Venencia: puntillitas, almejas, navajas, chocos, secreto ibérico y tartas, y más vinitos.

De ahí nos fuimos a beber a un pub irlandés, y después a comprar las famosísimas tejas de El Puerto:

Seguimos paseando por El Puerto, y pasamos por la bodega del padre de uno de los amigos de María.

Última mañana: mercado

Mi viaje terminó. Pero antes de irme, me tenía que despedir del mercado.

Pillé un blablacar hasta Algeciras, y de ahí con una amiga, en coche hasta Elche. Y me quedé con ganazas de repetir…

 

 

 

 

 

 

2 comentarios sobre “Escapadita a Jerez y Cádiz

  1. Chiquilla! Qué malaje no coincidir en Cádiz contigo, que hemos estado hace muy poquito!
    Me apunto los sitios en Jerez, que aún no la conozco… ¿te podrás creer? Pa echarme… Jajaja.
    ¿Sabes que la estación de San Severiano está en mi barrio? Antes, donde ahora está la estación, había un parque que vió mis juegos y mis paseos vespertinos a la salida del cole. :_)

    1. Pues por poquito!!!! Tenemos que vernos! cuando me acabe el libro te lo presto, y aprovecho para preguntarte por los términos gaditanos que no haya comprendido, jejeje.
      Jerez me encantó, y Cádiz me faltó tiempo para saborearla bien, qué bonita y qué luz.
      Qué pena no haber visto ese parque, por tener la estación ahora mismo.
      Besitos para ti y para tu mami!

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