Semana Santa en el Ticino

En el Tesino (Ticino, Tessin…) siempre brilla es sol, siempre. Menos en los casos en los que gafes como Guille y yo escogemos este destino un fin de semana (en Zúrich gozaron de más de 20 grados y para la región ítalo-suiza se esperaban lluvias y una media de 12 a 15 grados). Pero al final los meteorólogos se equivocaron y no hizo un tiempo tan malo, ya que el sol brilló 1 día y medio de los 4 festivos y además no llovió.

Esta vez la reserva la hicimos con Interhome, un apartamento en el Lido de Locarno, para tres personas por 450 francos, con toallas, sábanas y limpieza final incluidas en ese precio final (de 162 fr que era la oferta que vimos inicial publicada en www.myswitzerland.com pues la verdad es que cambió un poco el precio, ¿no?). Aunque también hay que decir que estaba bien situado, por lo demás: mobiliario anticuado, limpieza normalita, pocos extras o detalles (me baso en otras experiencias, con Homelidays por ejemplo…).

Nos desplazamos hasta allí con el tren Cisalpino, que es la mejor opción, y si se reserva con antelación no es muy caro (nosotros lo compramos el día, y nos salía por uno 56 francos ida y vuelta hasta Locarno). Además el trayecto son sólo 3 horas, mientras que con el coche uno se arriesga  a quedarse en un embotellamiento delante del túnel de San Gotardo.

La primera tarde tras hacer el Check-in la dedicamos a pasear en torno al delta del río hasta la población de Ascona: total…. Kms. Allí además de pasear por las callejuelas y de comprar naranjas en una tienda de delicatesen, subimos al Monte de la Verità. Un monte, en el que se establecieron los naturistas a finales del siglo XIX. Y de ahí otra vez caminata de vuelta al apartamento. Todo esto recompensado con un Rissotto de verduras que nos preparó Sonja regado con un vino tinto de Utiel-Requena. Tras recuperarnos nos fuimos a un local a degustar Campari y Martini.

Al día siguiente cogimos un autobús en dirección a la población de Brissago, dónde los palacetes con vistas al lago nos dejaron boquiabiertas, soñando tener el dinero para comprar una de esas bellas casonas y restaurarlas. Caminando entre la montaña, por una interminable escalinata llegamos a Ronco sopra Ascona, dónde gemíamos por una pizza. Fuimos a parar a un restaurante que se llamaba: La Pizzeria del Centro…y cuando ya estábamos sentados con la carta en la mano y las pizzas elegidas, el camarero nos dijo que al mediodía no hacían pizza, sólo por la noche, buaaaa!!!Vaya chasco!!! Así que pedimos pasta (una de ellas era al azafrán, digna de copiar).

Tras el buen comer, un poco de ejercicio…así que a visitar este pueblo, de casas de piedra, de más de 500 años, con esos recovecos y callejones, con arcadas y giros, escaleras y plantas. Aquí cogimos un bus de vuelta a Locarno, con un recorrido por carreteras de montaña, con innumerables curvas.

Visitamos entonces el castillo y la Piazza Grande de Locarno, e hicimos compras. Nuestra Sonja se volvió para Zurich, y nosotros nos quedamos en casa preparando verduritas a la plancha.

Al día siguiente tomamos el tren a Milán, para conocer sus calles (es una ciudad inmensa, y más si se compara con cualquier ciudad suiza). Me gustó sus calles y por supuesto su catedral.

Para el último día dejamos Bellinzona con sus dos imponentes castillos y sus bellas calles como el mejor sabor de boca posible.

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