Rívoli, Turín y Slow Food

El fin de semana pasado fui con una amiga a Turín, aprovechando que una amiga en común vive allí. Elegimos el medio más cómodo para viajar allí: en tren. Dependiendo de la combinación de trenes, se puede necesitar entre 5 y 6h30. Con la tarjeta “halbtax” y lo que cuesta reservar las plazas del tren, pagamos cada una 178 CHF.

En autobus, con MeinFernbus existen tickets que van desde los 24 a los 48 euros por trayecto, y se necesitan unas 7:20 horas. Con Eurolines de 34 a 49 euros por trayecto, y son 6 horas de viaje.

También hay opciones de coche compartido Karzoo o Carpooling, Blablacar.

El motivo por el cual escogimos ese fin de semana para visitar a nuestra amiga es porque se celebraba Terra Madre, Salone dal Gusto. Terra Madre es un proyecto de Slow Food, basado en defender las culturas locales frente a la estandarización y globalización impuesta. Se protegen a los pequeños productores, al producto denominacón de origen, y además se forma a los chefs y cocineros, a las ONGs, a los consumidores, etc. para que cambiemos nuestra demanda por productos locales e impactar de forma positiva en el terreno. Slow Food, por cierto, se inventó en Italia en 1986.

En Zúrich habrá una edición del 18 al 20 de noviembre, pero claro no será al aire libre, ni de entrada gratuita como en Turín (costará 20CHF).

Llegamos a las 15h y lo primero que hicimos fue dejar nuestras mochilas, buscar un café y comenzar la visita a los stands de Slow Food por el Parco Valentino. De camino, vimos carteles pegados en el túnel que hay en la Viale Marina d’Italia.

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También nos llamó la atención que las fuentes de agua potable tienen la cabeza de un toro. Marta nos explicó que la ciudad de Torino tiene su origen en la palabra toro (Augusta Taurinorium, la llamaban los romanos), y dicha fuente se conoce por el nombre de “torello”.

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Paseando por el parco Valentino, entre todos los stand pudimos ver el edificio de la Universidad de Ciencias.

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Estatua ecuestre de Amadeo I, duque de Saboya-Aosta, y rey de España entre 1871 y 1873.

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Arco de Triunfo o Arco di Trionfo, monumento de 1930.

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De ahí nos fuimos a disfrutar del barrio San Salvario. P9230052.JPG

Allí fuimos al centro vecinal Casa del Quartiere o Bagni Municipale (está situada en los antiguos baños públicos), un local autogestionado dónde hay muchísimas actividades de integración para la gente del barrio. Tienen biblioteca, clases de baile, talleres de arte, de música, un huerto urbano, etc. Cenamos allí.

En Turín, como en Milán, existe el apperitivo, aunque aquí lo llaman “appericena” debido a lo generosas que son las cantidades de comida que se pone en el buffet. Nosotros pagamos 8 euros por cabeza, por un mojito y un platazo de cena (opciones veganas, vegetarianas y omnívoras).

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no se aprecia en la foto, pero hay pollo a la nigeriana, garbanzos con chile, pimientos asados, etc

Una de las partes negativas del progreso es que el barrio de San Salvario es que está sufriendo los efectos de la gentrificación o elitización. Era un barrio pobre y degradado, al que fue llegando la inversión inmobiliaria, la apertura de vinotecas, bares, tiendas vintage, y al mismo tiempo subieron el precio de los alquileres, expulsando a los turineses que vivían allí.

El sábado tras un copioso desayuno en casa de los padres de Marta, fuimos a su precioso huerto urbano u “orticello”. Tras deleitarnos entre hierbas aromáticas y las hortalizas, los árboles frutales y las primeras huellas del otoño.

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Tras esta pausa en verde, nos dirigimos al centro histórico de Rivoli.

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Rivoli es una población de 50.000 habitantes. Pasear por su casco histórico, es una delicia. Hay una parte peatonal, y es muy tranquilo entrar en sus tiendas.

Allí vimos la collegiata di Santa Maria della Stella, la Casa del Conte Verde (denominación del conde Amedeo VI de Saboya), etc.

Subimos por las escaleras mecánicas hasta el Castello di Rivoli.

El castillo, Patrimonio de la Humanidad, es una residencia inacabada de la casa de Saboya. Actualmente es un museo de arte contemporáneo.

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Nos tomamos un café y unos paninis allí mismo, y nos costó 17 euros entre las tres.

En la sobremesa cogimos el coche para llegar a Turín, pero aparcamos a las afueras, en Collegno. Allí que está el fin de parada del metro, sacamos los billetes (sencillo 1,50 euros por trayecto) que te permiten viajar en metro, bus o tranvía hasta 70 minutos.

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Sanctuario della Consolata

Iniciamos el recorrido por la Torre Angolare romana y  el Sanctuario della Consolata. Allí al lado nos tomamos el famoso Bicerin en el Caffé al Bicerin. Consiste en una mezcla de café, chocolate, sirope y crema de leche (fior de latte). Ya lo tomaba Alejandro Dumas, Nietzsche, Pablo Picasso, Hemingway, y por supuesto, ¡nosotras!

De ahí nos queríamos acercar al Mercado de Porta Palazzo, uno de los más grandes al aire libre. De camino disfrutamos de las calles de Santa Chiara y sus tiendas y cafés.

El mercato de Porta Palazzo es el mercadillo al aire libre más grande de Europa. En un sábado normal van unos 100.000 visitantes, y hay unos 700 vendedores. Al lado está el mercadillo de Balon, de objetos de segunda mano.


De ahí entramos en la Galleria Umberto Iº.

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Seguimos paseando y vimos la Porta Palatine, de origen romano. Y el Giardino Vigili del Fuoco.

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Si sigues caminando llegas a la Cattedrale di San Giovanni Battista y puedes ver el Campanile del Duomo.

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A continuación te metes en las plazas interiores del Palazzo Reale.

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Piazza Castello y Piazzetta Reale, con el Palazzo Madama, y muuucha gente que se ha venido a disfrutar de los stands de Slow Food.

Paseando por la Via Po llegamos a la Università degli Studi di Torino, donde había una exposición dedicada a las abejas y una actuación musical.

P9240172.JPGJusto detrás, en la calle Giuseppe Verdi, puedes ver la Cavallerizza, lugar alternativo, que quiere salvar un espacio arquitectónico y recuperarlo para la ciudadanía y las asociaciones.

En Via Giochaino Rossini una de las tiendas de discos clásicas de Turín.

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En la Via Gaudenzio Ferrari tenemos el Xkè? Il Laboratorio della curiosità.

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Y por fin llegamos a la Mole Antonelliana, que es donde está el museo nacional del cine. La historia del edificio es que iba a ser la mezquita de la ciudad, pero los costes se dispararon, y decidieron construir su mezquita en San Salvario. Es actualmente el símbolo de la ciudad.

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No entramos en el museo, así que queda pendiente para visitar la próxima vez.

Vimos la estatua de bronce Eco de Marc Didou (la de las dos cabezas), en la que si pones la oreja en su boca escuchas el sonido del agua. Está en la Via Sant’Ottavio.

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De ahí nos fuimos a la Piazza Vittorio Veneto a tomarnos unas cervezas.

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Y de ahí a pasear por el Murazzi del Po Giuseppe Farassino, a cenar seguir viendo los stands del Slow Food.

Acabamos la noche en la Piazza Valdo Fusi, junto a la Borsa Valori. Degustamos unos ricos vinos del Piamonte: el blanco Erba Luce y el tinto Nebiolo.

Y muy a nuestro pesar, pero ya llegó el domingo. La mañana que nos quedaba en Turín la dedicamos a pasear por Via Roma. Es la calle de las tiendas, la equivalente a la Bahnhofstrasse de Zúrich, sólo que con los comercios abiertos también en domingo. No me gustó nada, podría haber estado en cualquier otra ciudad del mundo y no haber notado ninguna diferencia entre tandas tiendas pijas y franquicias.

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Y por fin llegamos a la Piazza San Carlo, y allí se pueden ver las dos iglesias gemelas, Chiesa di San Carlo Borromeo e la Chiesa Santa Cristina.

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Y seguimos disfrutando paseando por Galleria San Federico, escuchando música en vivo:

No podía faltar nuestra visita a la heladería Grom. Su historia es que un agrónomo y un economista decidieran montar una heladería especial, con ingredientes de calidad. Y con sólo 1.000 euros, comenzaron su andadura profesional. Abrieron  en total 6 heladerías en Turín, y unas cuantas en Italia, y también están en Nueva York y en Tokio. Al final vendieron su franquicia.

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te recomiendo el helado de caramello al sale

Seguimos por Slow Food y degustamos la Colatura di Alici, extracto de anchoa, plato que ya tomaban los romanos. Degustarlo, nos abrió el apetito. Pedimos unos panini para compartir de pimientos, con salsa bagna cauda, típica de Turín. Consiste en anchoa, ajo y aceite diluido por el calor de una vela en un recipiente de barro.

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Seguimos caminando y visitamos el Palazzo Carignano.

Pasamos delante del Museo Egipcio y de San Filippo Neri.

Como punto final a Turín, fuimos a comer a Eataly (que nos quedaba relativamente cerca de la estación de tren). Y aquí os dejo unas fotillos que resumen mi viaje: beber y comer.

Creo que las 48 horas que estuvimos, no estaban desaprovechadas. Aunque nos faltaron sitios por visitar. Te recomiendo que si vas a Turín, además de pillar algún consejillo de los que te he dado, eches un vistazo a este itinerario de 48 horas en la ciudad o éste de un día muy bien aprovechado.

7 comentarios sobre “Rívoli, Turín y Slow Food

  1. Hey Zuriquesa, què fantàstico es leerte y de inmediato sentir el viaje, conociendo lo màs interesante de donde has estado!!! Y lo cuentas tan bien!!! Danke sehr. M R

  2. Pero, qué dos días más bien aprovechados… jejeje. Me encanta el resumen, comer y beber… Dí que sí, mucho mejor que ver la Sábana Santa… 😉
    Y si ha caído el aperitivo, ¡mucho mejor aún! Cómo añoro el aperitivo… Uhm… Hambre!

    1. Es que dicen que la Sábana Santa es un fake, entonces, ir pá ná…
      Ya sabes que soy una alcohólica en potencia, por eso lo de comer también… Tendremos que tomarnos un aperitivo juntas por Zúrich, que conozco un par de sitios. Un besote

      1. Ya me los estás diciendo, que los echo de menos. Fue el gran descubrimiento durante mi época Erasmus en Bologna… Ni parties, ni viajes ni ná… ¡La hora del aperitivo era sagrada!

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