Escapada a la Costa Este de Sicilia

Día 1: La noche en Taormina

Pillamos el sábado un vuelo de Zúrich a Catania, vía Roma Fumincino y aterrizamos a las 15:30h. Pillamos nuestro coche de alquiler en Sixt. Nos hicieron esperar un montón, porque no les funcionaba el ordenador y tuvieron que preparar el contrato a mano. Como habíamos consultado muchos blogs y guías de viaje, y gente que había tenido malas experiencias con las empresas de alquiler de coches, se nos aconsejaba reservar uno con seguro todo incluido. El coste del alquiler (un VW Polo, es decir, que no era la categoría más barata, lo admito) para estos 7 días ha sido la cantidad desorbitada de 470 euros (segundo conductor, protección ruedas y cristales, protección contra robo y todos los extras posibles). Bueno, pelillos a la mar, no todos los días estamos de vacaciones. Ya ahorraremos cuando estemos en Zúrich, nos dijimos.

De ahí condujimos una hora hasta Taormina, disfrutando del precioso atardecer y de esas nubes anaranjadas que se formaban. Tomamos la decisión de comenzar por el norte, porque al ser una ciudad más turística había más posibilidades de que no estuviera todo cerrado en domingo o lunes.

Nos alojábamos en el Hotel Villa Schuler (un cuatro estrellas) que es una auténtica preciosidad con vistas al mar, que pertenece a la misma familia desde hace 3 generaciones y no a una cadena. Una de las cosas que me llamó la anetnción fue su pequeño jardín botánico que puedes usar para llegar al centro. Pillamos una oferta de tarifa flexible, que puede implicar que tengas que cambiar de habitación durante tu estancia. A nosotros no nos ocurrió. Incluía el desayuno y el parking.

Llegamos a las 18h, después de hacer el check-in, a las calles de Taormina, llenas de gente, animadas, iluminadas y decidimos pasear por la calle principal, que además es peatonal y está llena de comercios (algunas tiendas de lujo), de tiendas de souvenirs y de restaurantes, de palacetes, y es la famosa Corso Umberto.

Por la noche no pudimos disfrutar de las vistas, pero desde la Piazza 9 Aprile, tendríamos dos panorámicas impresionantes. Si miras al mar, ves toda la costa. Si miras hacia las montañas, ves arriba el Castello Saraceno y en la misma plaza, la Chiesa de San Giuseppe y la di Sant’Agostino.

Piazza IX Aprile

Callejeamos por sus rincones, llegando hasta Porta Catania (el casco histórico es de dimensiones reducidas) hasta que nos apretó el hambre, y siguiendo la recomendación de una amiga, que justo viajó una semana antes que nosotros, fuimos a cenar pizza. Nos dirigimos al otro lado de Taormina, a la Puerta de Messina, al Ristorante Tiramisù. Pedimos 2 cervezas Moretti, 2 botellas de agua grande, una caprese (tomate, mozzarella de búfala, albahaca) para compartir, dos pizzas (una parmigiana y una vecchia taormina), limoncello y tiramisú para compartir y nos costó: 70 euros. Yo en realidad no quería pedir postre, porque las raciones eran tan grandes que ni siquiera me pude terminar la pizza, pero el camarero nos dijo: «pero signorina, ¿no conoce el nombre de este restaurante?, ¿cómo se puede ir usted sin probar el postre hecho della nonna?» Y fue espectacular.

En Sicilia en todos los hoteles pagamos una tasa para la ciudad que va de 2 a 4 euros por persona y noche y en todos los restaurantes el «coperto» que sería el servicio en mesa, que va desde los 2 a los 3 euros (seguro que varía más los precios, pero estos son los que encontramos).

Salimos temprano de la cena y caminamos un poco más por la ciudad, hasta que el viento fue tan fuerte, que decidimos regresar al hotel, para tener fuerzas el domingo y disfrutar de nuestro día de senderismo.

Día 2: visita al Etna y vinos sicilianos

Empezando el día con un buen desayuno

Era domingo y lo que habíamos reservado con antelación fue una excursión a través de la web getyourguide, que es una especie de plataforma que agrupa todas las excursiones de la zona. Nuestra excursión la organizaba Etna People, pagamos 82 euros a través de la plataforma (pero reservando directamente a través de su página, cuesta 75 euros). Fue en español. Vistamos la zona de Etna Nordeste y estuvimos a una altura de entre 1800 y 2000 metros. Se trataba de una excursión de 10 horas de una dificultad media-ligera.

Nosotros nos llevamos las botas de trekking y buenas chaquetas para el viaje (donde subimos habría unos 5 grados a pesar del solecito), pero si no lo llevas, con esta agencia, puedes conseguir el equipamiento que necesites, incluido en el precio. De hecho la primera parada fue para tomar café, equipar al resto de excursionistas y ver qué recorrido íbamos a hacer. Los grupos son reducidos, máximo 8 personas.

El guía, Gian, nos llevó a ver unos cráteres ya extintos, en Monti Sartorius, creados por las erupciones de lava de 1865. Hay unos 210 cráteres repartidos por el Etna. La erupción de 1669 es la que llegó a Catania. La idea de subir a la cima nos apetecía muchísimo, pero menos mal que no lo hicimos, porque hubo nubes todo el tiempo en la cima y no hubiésemos visto nada. El guía nos explicó que la cara sur, está más cerca de Catania, es un buen punto de partida para hacer excursiones, está más concurrida, pero a cambio ofrece más servicios: kioscos, lugares donde comer, y es el más adecuado para ir con familia.

El recorrido duró unas dos horas. El guía nos iba explicando la morfología del terreno, el origen de las distintos colores en las piedras (si llevaba más hierro, azufre, magnesio, aluminio, etc y y reflejaba en dorado, amarillo, azul, verde, etc), la vegetación, la historias de las diferentes coladas de lava, etc.

cráteres vistos desde arriba

Al finalizar nos llevó a una cueva volcánica, a la que entramos con cascos y linternas. Esas cuevas se usaban como neveros: es decir, para guardar la nieve caída en los meses más fríos y tener ese hielo para el verano, para conservar los alimentos y crear la deliciosa granita o granizado típico siciliano.

Yo ya me moría de hambre, la hora era casi que más tarde de un almuerzo en horario español, jajaja. Nuestro guía nos llevó por bosques seculares: de castaños, avellanos hasta llegar a la bodega donde acompañado de comida local, pudimos degustar tres vinos, que son Denominación de Origen. Una de las cosas que les gusta presumir a los sicilianos de la zona de Catania es que todos las verduras y frutas que se plantan en las laderas del Etna, tienen muchos minerales y nutrientes, gracias a la particularidad de la lava.

El almuerzo consistía en brusqueta de orégano, dos tipos de queso, un pedazo de fritatta y un salami a la pimienta para el vino blanco Respiro, después pasta alla norma (con tomate, berenjena, ricotta salada) para el tinto Grappoli di Notte y un postre de almendra para el rosado Rosaro. Don Saro, el dueño de la bodega, nos hizo de camarero, y cada vez que veía la copa vacía, reponía (y yo seguía bebiendo, porque claro, no quería dejar el vino, vamos, un auténtico círculo vicioso).

Por último llegamos a las gargantas de Alcántara, pero como se estaba haciendo ya de noche, solo las vimos desde el mirador. Se trata de un cañón formado por flujos de lava del volcán. En verano la gente viene a bañarse, a hacer rafting o senderismo. Hay que pagar 4 euros por acceder a ellas.

Gian nos dejó en el hotel, fuimos a la ducha y a pasear de nuevo por la ciudad en busca de otro lugar bonito donde cenar. Elegimos la Osteria Santa Domenica: nos pusieron un entrante obsequio de la casa (crema de tomate con queso ricotta), dos platos de pescado (yo uno de atún de Sicilia y mi chico la ricciola a la siciliana (sopa de pescado jurel con alcaparras, cebolla, tomate) y de postre, semifreddo de pistacho y para mí piña. Nos costó con 2 aguas unos 75 euros.

Y así finalizó nuestro segundo día.

Día 3: Taormina

Esa mañana, soleada en el desayuno, de lunes el hotel y pudimos dejar las maletas en recepción. Buscamos un nuevo parking para dejar nuestro coche de alquiler y visitamos lo que el sábado no tuvimos tiempo de ver.

nuestras vistas desde el hotel

Comenzamos con el Odeón, un pequeño teatro romano, de entrada gratuita que se conserva muy bien. En ese momento nos comenzó a diluviar.

Entramos en la Oficina de Turismo, que está en el Palazzo Corvaja (la foto superior) y pedimos información sobre cómo llegar a Castelmola. Existe un autobús que se pilla en la plaza de San Pancrazio, y cuesta 1,90 euros por trayecto.

Subimos a la pequeña población, a 550 m sobre el nivel del mar, en la que destaca el castillo en ruinas, alguna de las iglesias y las vistas. Aquí arriba el tiempo dio tregua y pudimos recorrer sus callejuelas de casas de piedra. En sus cafeterías puedes probar el vino de almendra o mandorla, dicen que fue inventado aquí.

Vistas desde Castelmola

Todos nos dijeron que se puede a Castelmola a pie, y que sería una hora de escalinatas empinadas, que nosotros hicimos para bajar, pero había carteles que decían que estaba prohibido usar esas escalinatas por peligro de desprendimiento. El autobús pasa en invierno con muy poca frecuencia, cada hora o cada dos horas, y nosotros perdimos el nuestro porque el lugar de partida no era el mismo que en la parada en la que te deja (y está muy mal señalizado). Así que por eso bajamos a pie.

Al Castello Saraceno que tenemos a medio camino en nuestro descenso no pudimos entrar, ya que está cerrado al público.

Castello Saraceno

Descendimos hasta el casco histórico y nos dirigimos al Teatro Griego de Taormina, del siglo III a.C y en la actualidad albergan conciertos y eventos (si vais en verano consultadlo, por si pudierais tener la suerte de ver algo allí). La entrada cuesta 10 euros, pero vale mucho la pena. Nos gustó mucho, pero nos arrepentimos de no alquilar el audioguía ya que no había ningún panel informativo ni información sobre su historia.

Teatro griego de Taormina

Ya teníamos hambre así que fuimos a otra de las recomendaciones de mi amiga, a la Osteria Villa Zuccaro. Pedimos una ensalada muy completa para compartir, vino blanco, espaguetis con almejas y otro con marisco, café y pagamos 61 euros.

frutti di mare

Se puso a llover y no nos dio tiempo a ver los jardines de la Villa Comunale, que nos habían contado que valen la pena. Nos dirigimos a nuestro parking, pero de camino para resguardarnos de la lluvia, fuimos a tomar un helado y yo mi primer cannolo del viaje (que me prepararon en el momento). Entramos en i dolci di Nonna Rosa, en la Piazza S.Pancrazio.

Bajo la lluvia, pillamos el coche y nos dirigimos a Siracusa, trayecto de 1h15.

Mucha gente nos había recomendado pillar un alojamiento dentro de la Isla de Ortigia, pero la mayoría de los que vimos eran casas vacacionales y en mi pequeña lucha contra la gentrificación o turistificación de los barrios, y por la expulsión de los vecinos en aras del turismo, me negaba a usar ni booking, ni airbnb ni nada que oliera a un empresario inmobiliario que posea muchas casas y que los vecinos no puedan pagar por vivir allí. Nos alojamos en el Grande Albergo Alfeo. Nos costó 141 euros las dos noches e incluía también el desayuno. Estaba muy cerca de la entrada a Ortigia. Aparcamos cerca (casi dos días, pagamos 15 euros).

Porta Urbica

Después de entrar en calor en el hotel, buscamos un restaurante para cenar y descubrimos el maravilloso restaurante D-Dioniso. Cenamos alcachofa con crema de queso, boquerones (alici alla beccafico), risotto de sepia, risotto nero y cannolo deconstruído, café, vino y un licor Nepeta. Costó 74 euros. Volvía a llover cuando salimos, y nos dirigimos de nuevo al hotel.

Día 4: Siracusa y Ortigia

Llovió toda la noche y entró agua por la ventana. También entraba el viento y pasamos un poco de frío.

Estatua de Arquímedes

Pero amaneció con sol y quisimos ir a disfrutar de la bella Ortigia. Paseamos por Apollonium:

Templo de Apolo

Llegamos a la plaza de Arquímedes y al Duomo, donde aumentó el viento y comenzó a llover.

Entramos al Duomo para resguardarnos de la lluvia. Costaba 2 euros, audioguía 3 euros. Aprovecharon las columnas dóricas del templo de Atenea del siglo V a.C. Vale la pena por las piezas bizantinas, normandas o de estilo helenístico que tienen dentro. Santa Lucía es la patrona de la ciudad, y aquí dentro hay una capilla dedicada.

Os puede parecer que exagero con lo del viento, pero mirad:

La verdad es que Ortigia nos encantó, y tratamos de resguardarnos todo el tiempo de la lluvia, del granizo que nos cayó y de no estar cerca de las fachadas que se rompían a cachos, y además tuvimos sol, pero era una auténtica locura. El Castello Maniace estaba cerrado. El mercado también, por el temporal. No pudimos recrearnos en la Fuente de Aretusa por el viento.

Desde el Forte Vigliena

Visitamos muchísimas iglesias, callejuelas como la de la judería, repetimos calles, nos perdíamos en ellas, regresábamos a la costa…

Aprovechamos para tomar café, refresco y un brioche de berenjena y mozzarella:

Nos dirigimos a ver la otra parte de Siracusa, pensando que habrían muchas opciones para visitar abiertas, craso error.

Comimos de camino Arancini de la pastelería Midolo, que dicen que es el mejor de Siracusa (costaron menos de 3 euros cada una, una de espinacas y otra de ragú de carne). Tratamos de entrar al parque del Foro Siracusano, pero estaba cerrado (la foto la tomé delante de las rejas) y el edificio del fondo es el Pantheon.

Llegamos a las Catacumbas y Sepulcro de Santa Lucía, pero resulta que estaban en renovación y cerradas.

Piazza Santa Lucia

Caminamos hasta las catacumbas de Vigna Cassia, pero también estaban cerradas. Dimos la vuelta hasta el Piazzale San Marziano, donde las catacumbas de San Giovanni también estaban cerradas (en la foto se ve la iglesia de San Marciano y al fondo la Basilica Madonna delle Lacrime).

Entramos en el Museo Paolo Orsi, que es el museo arqueológico regional y compramos una entrada combinada para ver el museo y a su vez al día siguiente Neápolis (que ese día también estaba cerrado por el temporal). Estuvimos dentro del museo cerca de 3 horas, y durante ese tiempo llovió con viento, salió el sol y volvió a diluviar. La entrada individual hubiese sido 8 euros, combinada 13,50 euros. Tienes piezas desde la prehistoria, colección de monedas, estatuas griegas, romanas, etc.

El museo es una pasada, tiene muchísima información y carteles de cada sala, pero en algunas partes están las vitrinas mal iluminadas. Cuando lo construyeron debió de ser increíbelmente moderno por su forma de combinación de hexágonos, ahora es un museo lleno de goteras.

Fuimos al hotel a ducharnos, y en medio del diluvio, elegimos para cenar la pizzería más cercana al hotel. Fue la K7 (pizza parmigiana, pizza con crema de pistacho, provolone y panceta, cerveza y aguas por 30 euros). Pese a la noche infernal de lluvia y viento, esta pizzería estaba bastante llena. Ah, y esa noche pedí una manta en la recepción para poder dormir sin frío, ya que la calefacción no funcionaba muy bien y se colaba el frío por la ventana.

Día 5: Neapolis, Noto y Módica

Dejamos el hotel y con el coche nos dirigimos a Neapolis. Es de visita obligada. Increíble como aún perdura el anfiteatro romano, el teatro griego y otras maravillas.

anfiteatro romano

Se puede visitar también La Oreja de Dionisio, que es una cantera de piedra caliza. No pudimos entrar al altar de Hierón II.

Oreja de Dionisio

Pagamos unos 2 euros por el parking, y como ya habíamos sacado el ticket combinado no tuvimos que pagar aquí de neuvo la entrada. Disfrutamos de un increíble día de sol.

De aquí nos dirigimos hacia la población barroca Noto.

Noto es una de las ciudades que se convirtió en Patrimonio de la Humanidad de la Unesco junto con Calatagirone, Militello, Catania, Modica, Palazzolo, Ragusa y Scicli. Existen unas ruinas de la ciudad medieval a las que no llegamos a ir, Noto Antica (quedan los restos de la muralla y del castillo), cuando quedó totalmene devastada por el terremoto de 1693. Entonces arquitectos que habían estudiado en Roma comenzaron a crear sus edificaciones del barroco, con elementos en colores muy claro. Ya veréis que en Catania los colores son más oscuros y por qué. Dicen que el nombre de Noto viene de los árabes, y que significa notorio, como homenaje a la belleza y fama de la población.

Basilica di San Nicolò-Catedrale

En estas escaleras decidimos almorzar algo de fruta y los restos de pizza de la noche anterior.

Palazzo Ducezio

Paseamos por la Calle Cavour, y por sus callejuelas, que no eran tan estrechas como en Taormina, ya que al ser todo de nueva construcción la ciudad estaba planteada a lo grande, y para aprovechar mejor los rayos de sol que destacaran su arquitectura.

De aquí nos marchamos a la Villa Romana de Tellaro, cuya entrada es gratuita y conserva dos preciosos mosaicos de la época romana:

Villa Tellaro

Seleccioné por error en el navegador del coche el camino con mejores paisajes en lugar del más rápido, y éste nos llevó por preciosos campos de almendros, olivos, plantaciones de alcachofas, tomates, habas, etc. Pasando por Rosolini, Cava Ispica hasta llegar a Módica. La parte negativa es que tras el temporal de los días anteriores, muchas de esas carreteras comarcales estaban llenas de barro, charcos, matorrales arrastrados, y eso dificultó mucho la conducción.

paisajes típicos sicilianos

Llegamos al Hotel Oro Módica. Es mi hotel favorito del viaje. Los precios van de los 50 hasta los 94 euros, nosotros pagamos 65 euros, tasas de la ciudad aparte. Y las toneladas de chocolate que compramos, no están en el precio.

amamos el chocolate

En la habitación nos dejaron una tableta de chocolate con cardamomo, como el nombre de nuestra habitación. Dejamos las maletas y nos fuimos a visitar Módica, pasando primero por la oficina de Turismo.

Recorrimos Modica Alta y Bassa, mientras llegaba el atardecer, haciendo una parada en la cafetería del hotel Palazzo Failla para degustar el chocolate caliente y una tarta de mascarpone con cacao:

Como ya era de noche, lo que quedaba abierto estaba en Corso Umberto I, tanto el museo arqueológico (3,5 euros), que está dentro del museo cívico, como la colección de objetos del Premio Nobel de Literatura 1959, Salvatore Quasimodo, y el museo del chocolate (2,5 euros).

En el museo cívico tuvimos la suerte de contar con un guía para recorrer las estancias. Os enlazo una página con poesías de Salvatore Quasimodo.

Y llegó la noche, y la cena, también el hotel, en su precioso bistrot Oro, rodeados de libros y botellas de vino. Una cena compuesta de un entrante detalle de la casa de berenjena con ricotta, un primer plato de selección de quesos (un ragusano DOP y un piacentinu ennese al azafrán) y salamis (coppa, jamón de parma, mortadella), dos platos de pescado, un semifreddo de almendra, un bizcocho coulin de chocolate, cervezas, vino y agua por 64,50 euros.

Nos fuimos a dormir y llegó de nuevo la lluvia.

Día 6: Módica y Ragusa

Desayunamos degustando chocolates, mini cannolis de ricotta, pan casero, zumos, y dejamos las maletas en recepción para seguir viendo Módica de día, ahora que había dejado de llover.

Vimos de nuevo las mismas calles, con otra luz. La lástima fue encontrarnos el Castello cerrado, por arreglos tras el temporal. Módica también sufrió por los terremotos de 1613 y 1693, además de por unos aluviones en 1833 y 1902, que obligaron a cubrir los ríos Ianni Mauro y Pozzo dei Pruni. Se calculan que hay unas 100 iglesias en la ciudad, contando también las ruinas.

Sin duda Módica nos enamoró:

Compramos más chocolate: ya teníamos de Peluso (1964) de la Antica Dolceria Bonajuto (de 1880).

Recogimos de nuevo las maletas y el coche de alquiler (que habíamos aparcado en zona blanca, gratuita) y nos marchamos a Ragusa. Allí aparcamos cerca de la oficina de turismo, donde nos asesoraron muy bien con los trayectos posibles y las alternativas para la lluvia que se acercaba.

Comenzamos por Ragusa Città Alta, que es la que se empezó a construir después del terremoto de 1693.

Nos dirigimos al museo arqueológico Ibleo, de entrada gratuita. Contiene piezas muy interesantes, las que más me gustaron fueron las procedentes de la arquelogía subacuática.

Y llegamos hasta Chiesa Santa Maria delle Scale, donde como su nombre indica, comienzan las escaleras para bajar a la parte de Ragusa Iblea, que es la más antigua, que tuvieron que reconstruir tras el terremoto.

Chiesa di Santa Maria delle Scale

Cuando estábamos bajando, esas nubes grises llegaron y comenzó a llover. Nosotros fuimos descendiendo y hay una parte del recorrido que no hice fotografías, que mi móvil no es impermeable y no había muchos balcones bajo los que refugiarse. Aún así, esta visita valió muchísimo la pena. Y volvió a salir el sol.

Y naturalmente volvió a llover, peeeeeero, ya eran las 15h y yo me estaba desmayando de hambre. La mayoría de los restaurantes estaban cerrados, bien por ser temporada baja, bien por las horas…así que descubrimos la Salumeria Barocco y pedimos un plato variado de quesos y salamis (la tabla cuesta 20 euros). Quesos de cabra, oveja, vaca, algunos con pistacho, otros con tartufo, o con vino nero d’avola, o con hoja de higuera. Salchicha ragusana al hinojo o al pistacho, etc.

Selección de quesos de vaca, oveja y cabra, y salamis.

De ahí nos fuimos a tomarnos los cafés y los helados al Gelati Di Vini, donde puedes probar helados como el de algarroba, además de los típicos clásicos.

Para deshacer el helado nos fuimos al Giardino Ibleo, lleno de palmeras, monumento a los caídos de la I Guerra Mundial, y además disfrutas de sus vistas al valle.

Compramos en un estanco (tabaccheria) los billetes de autobús para volver a la parte alta de la ciudad, donde teníamos el coche aparcado. No recuerdo el coste, creo que fueron 2,40 euros dos billetes.

Condujimos 1h30 hasta Catania, donde íbamos a dormir la última noche. No encontrábamos parking en ningún lado, los que recomendaba el hotel estaban llenos, menos uno, en el que conseguimos dejarlo. Fuimos al Agatha Cosy Hotel. Fue un lugar que encontré en google, con muy buena pinta y mejor localización. Cuando hicimos el check-in nos llevamos el disgusto.

ducha delante de la cama

La habitación nada más entrar olía muy fuerte a moho, a humedad. Había en el techo (no hice foto) una gran mancha amarilla de la lluvia. La ducha, no tenía mampara frontal, y el agua de la ducha podría salpicar la cama. Y abajo, dando a una ventana que no cerraba bien, había un «biergarten» con una gran fiesta. El jaleo era tremendo, como si estuvieran dentro de la habitación. Si te metías en el wc, oías las conversaciones de la escalera. La recpecionista atendía las quejas de otra clienta, y nos enteramos de que el hotel estaba completo. Buscamos otra alternativa. El costo de este hotel era de 65 euros la noche, un tres estrellas, pero muy inferior en calidad al de Módica que costaba lo mismo. Ya habíamos perdido el dinero, pero allí no podíamos dormir. Buscamos qué quedadaba libre en los alrededores (por no ir muy lejos con las maletas) y la única opción para aquella noche de jueves, era el Liberty Hotel. Según booking, costaba 172 euros la noche. Llamé por teléfono y nos ofrecieron la última habitación por 145 euros. Nos mudamos inmediatamente.

la recepción del liberty

Yo estaba agotada, muerta de hambre, triste porque me había equivocado eligiendo el hotel (luego vi que en tripadvisor y google tenía malas reseñas) y mi chico trataba de quitarle importancia, recordando que los dos tenemos trabajo en Suiza y que no valía la pena estar sufriendo por algo que tiene solución. En el hotel Liberty el recepcionista nos recomedó ir a cenar cerca del hotel a una trattoria, como él la definía, ni lujosa, ni bonita, pero donde comen los catanenses, por muy buen precio y comida muy casera. Era además ya tarde, las 21h. Nos dirigimos a la Terrazza del Barone y fue una agradable sorpresa. El restaurante estaba hasta los topes, pero una mesa se quedó libre para nosotros. Como detalle de la casa nos pusieron unas brusquetas, nosotros pedimos una caprese para compartir, un risotto, unos espaguettis, cerveza, aguas, tarta de pistacho y licor, 41 euros.

Volvimos al hotel. Nos nos quedaban fuerzas después de todas las escalinatas de Módica y Ragusa.

Día 7: Catania y regreso

Amaneció de nuevo con sol.

anfiteatro romano

Comenzamos nuestra visita por el Anfiteatro Romano, hecho en piedra del volcán Etna, de aquella colada de lava que llegó a la ciudad. Se conocía en la antiguedad este anfiteatro por ser el Colosseo Nero, en contraposición al de Roma. Destacaban mucho las columnas de color blanco de mármol sobre el negro del basalto o de la piedra pómez. Aquí tuvimos visita guiada en italiano y la entrada es gratuita.

Bajamos por la Via Etnea, que es la de tiendas y llegamos a la Piazza Università.

Unos metros más adelante, llegamos a la Fontana dell’Elefante, que está justo en la Piazza del Duomo.

En Catania fue el único lugar del viaje donde notamos que habían mucho tráfico y muchos turistas.

El Duomo estaba abierto, pero las termas que era lo que queríamos visitar, no.

Duomo

Continuamos paseando por La pescheria, el mercado del pescado, y varias calles adayacentes, así como el pequeño Parco Pacini.

De ahí nos movimos al Teatro Romano. He de decir que nos encantó: no solo por ver los restos del Odeón, del Teatro, también por las casas que construyeron sobre el mismo, y algunas están derruidas, otras se conservan como parte del museo. Creo que nos costó 6 euros por cabeza.

Como he dicho antes, vale mucho la pena:

Nuestro trayecto continuó yendo al Castello Ursino, de origen normando, donde entramos al museo cívico.

Pagamos 10 euros por cabeza para ver una exposición temporal con retablos de iglesias, pero también una de cuadros de pintores tan excpecionales como José de Ribera, el españoleto. Eso sí, las obras estaban tan mal iluminadas, que fue decepcionante.

Regresamos por la preciosa Via Crociferi, que tiene muchísimas iglesias y llega hasta la Universidad. Hay muchos cafés y se respira ambiente joven universitario.

Fuimos a comer Arancinu de jamón y de berenjena al Savia y de postre cannolo de ricotta con pistacho.

Finalizamos nuestra visita a Catania con los jardines de Bellini. Fuimos a por maletas, coche y hacia el aeropuerto.

Y aquí terminó nuestro viaje. ¿Ventajas de hacerlo en temporada baja?: los precios, no tener que hacer colas, poder aparcar más fácilmente. ¿Inconvenientes?: os podéis encontrar muchas atracciones turísticas cerradas, también restaurantes que descansan, o tener mal tiempo. Pero lo peor es que anochece muy temprano (a las 17h) y hay muchas cosas por ver, con lo que hay que ir con prisas. Sin embargo, ha sido una pasada de viaje. Ha valido la pena en todos los sentidos. Volveremos sin duda a Sicilia.

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